jueves, 29 de mayo de 2014

El argot en Los miserables.

La delincuencia, la pobreza, la prostitución o la cárcel forman parte del inmenso retrato que Victor Hugo realizó sobre la sociedad de su época en Los miserables; un mundo de bajos fondos en una sociedad y tiempo convulsos, donde la marginación era un hecho más que cotidiano. Ese universo de la miseria también posee su lenguaje, y éste se encuentra presente en la obra, en personajes como Babet, Tragamar o Gavroche. Incluso, el asunto del argot de los miserables ocupa varios capítulos (libro séptimo de la cuarta parte) donde este maestro francés da rienda suelta al discurrir de su ingenio, del mismo modo que lo hace con cuestiones políticas, amorosas o de fe.
“¿Y qué es el caló? Es todo a la vez; nación e idioma; es el robo bajo dos especies: pueblo y lengua”, reflexiona Hugo. En otra ocasión: “El caló es el verbo hecho presidiario”.
Es cierto que no posee una noción del objeto que estudia tal y como pueden poseer los filólogos en la actualidad, pero también hay que leerle desde la perspectiva de su tiempo. El romanticismo, lejos de desdeñar, ensalzó toda una estética de la fealdad y del caos que Victor Hugo supo conjugar con maestría cuando lo necesitó su obra. De esta manera, el argot de la delincuencia (Hugo se refiere en todo momento a él como caló, y con él alude exclusivamente al caló francés) es visto desde esa perspectiva visceral y oscura del hombre; pero no existe desprecio por ella en las palabras del autor, ni tampoco se desprecia el estudio (racional, desde la cultura enciclopedista a la que pertenece la obra) de este tipo de lenguaje.

Es más, se realizan una serie de reflexiones que ahondan en este sentido:

“Cuando se trata de sondar una llaga, un abismo o una sociedad, ¿desde cuándo es una falta descender demasiado, ir al fondo? (…) ¿Por qué no se ha de explorarlo todo, y no se ha de estudiar? ¿Por qué se ha de detener uno en el camino? El detenerse corresponde a la sonda, no al que sondea”.
También:
 “El pensador que se alejase del caló se parecería a un cirujano que se apartase de una úlcera o de una verruga; sería un filólogo dudando examinar un hecho de la lengua; un filósofo dudando examinar un hecho de la humanidad. Porque, y es preciso decirlo a los que lo ignoran, el caló es al mismo tiempo un fenómeno literario y un resultado social. ¿Qué es el caló propiamente dicho? El caló es la lengua de la miseria”.

Por otro lado, hace alusión al resto de jergas y argots, de distintos grupos sociales y profesiones de su tiempo, los cuales va enumerando en una larga lista con evidente intención de equipararlos con el lenguaje de los delincuentes y marginados:


“Puede decírsenos que todos los oficios, todas las profesiones y casi podría añadirse todos los accidentes de la jerarquía social, y todas las formas de la inteligencia tienen su caló especial”.

Teniendo en cuenta estos aspectos, se puede entender el vocabulario empleado por el autor, directo y sin titubeos, como el modo que elige para transmitir ese universo de la miseria y su lenguaje.

“Nada es más lúgubre que contemplar así desnudo a la luz del pensamiento el hormiguero terrible del caló. En efecto, parece que es una especie de horrible fiera hecha para vivir en la noche, y que se ve arrancada de su cloaca. Se ve una horrible maleza viva y erizada que tiembla, se mueve, se agita, pide volver a la sombra, amenaza y mira”.

En este sentido, el lenguaje que Hugo utiliza para describir el caló, el argot de la delincuencia de su tiempo no es en ningún modo filológico, científico; todo lo contrario, juega en su reflexión con los términos que sabiamente selecciona, dando saltos de tema, ritmo o estilo, entrecruzando entre sus ideas otras nuevas, desconcertando al lector entre pensamientos dirigidos hacia el hecho lingüístico mezclados con otros sociales, políticos o estéticos. En cierto momento, afirma lo siguiente:

 “El caló no es más que un disfraz con el que se cubre la lengua cuando va a hacer algo malo. Se reviste de palabras con máscara, y de metáforas con harapos”.

Y más adelante:

“Las palabras de la lengua vulgar se presentan en el caló como contraídas y retorcidas por el hierro retorcido del verdugo; y algunas parece que están humeando aún. (…) La idea se opone siempre a dejarse expresar por esos sustantivos perseguidos por la justicia. La metáfora es algunas veces tan descarada que se conoce que ha estado en la argolla”.

Durante el discurrir de su pluma a lo largo de estos capítulos, Hugo también regala al lector con un esbozo de la idea que poseía acerca de este argot, de cómo se desarrolla nutriéndose de nuevos términos. En primer lugar, alude a los préstamos tomados de otras lenguas. Sobe el español, concretamente hace referencia a algunos préstamos que adoptó la delincuencia francesa de mitad del XIX como boffete, que significa bofetón; vantana (después vanterna), ventana; gat, gato; o aceite, aceite.

“El caló tiene otras raíces más naturales aún, y que salen, por decirlo así, del mismo espíritu del hombre”, afirma el autor respecto a los préstamos. Así, distingue tres mecanismos “más naturales” de creación léxica en el argot que conoció:

1-      “Palabras inmediatas, hechas de una pieza, no se sabe cómo ni por qué, sin etimología, sin analogía, sin derivados”, como las voces argóticas taule, que significa verdugo; sabrí, bosque; taf, el miedo, la fuga; o labrin, lacayo.

2-      La metáfora, a la que destaca por encima del resto de mecanismos, “porque lo más propio de una lengua que quiere decirlo todo y ocultarlo todo, es la abundancia de figuras”: ratón, ladrón de pan; trincar por el tronco, agarrar por el cuello; dardear o picar, llover; panadero, diablo (“el que anda en el horno”).

1-      La modificación. Dice del delincuente, del miserable, que “vive de la lengua y la usa a su capricho; la emplea al acaso, y se limita muchas veces, cuando tiene necesidad, a desnaturalizarla sumaria y gravemente”. A veces el caló “se limita a añadir” una terminación como -cuti o -di, afirma Victor Hugo, y “más recientemente” -mar.

Además, detalla su rápida evolución y cambio:

“Así, el latron [pan] se convierte en latrif; el gail [caballo] en gaye; la fertanche [paja] en fertille; los siques [vestidos] en frusques; la chique [iglesia] en égrugeoir; el colabre [cuello] en colas. El diablo es primero gashito, después el rabouin, después el panadero; el sacerdote es el ratichon, después del jabalí; el puñal es el veintidós, después el surin, después el lingre”, etcétera.

Por último, hemos decidido adjuntar un fragmento más amplio cuyo interés no puede ser más que literario, pero que ofrece una peculiar versión de esa relación –mágica- entre el hombre y la lengua que habla.

“No hay una metáfora, ni una etimología del caló que no contenga una lección. Entre estos hombres golpear quiere decir hender; la astucia es su fuerza.
Para ellos, la idea del hombre no se separa de la idea de la sombra. La noche se dice sorgue, el hombre el orgue [caló francés]. El hombre es un derivado de la noche.
Se han acostumbrado a considerar la sociedad como una atmósfera que los mata, como una fuerza fatal; y hablan de su libertad como hablarían de su salud. Un hombre preso es un hombre enfermo; un hombre condenado es un muerto.
Lo más terrible para el encarcelado en las cuatro paredes de piedra que le sepultan es una especie de castidad glacial; al calabozo lo llama el casto. En ese lugar fúnebre, la vida exterior se presenta siempre bajo el más grato aspecto; el preso tiene grillos en los pies. ¿Creéis acaso que piensa en que se anda con los pies? No, piensa en que se baila con los pies: así en el momento en el que consigue limar los grillos, su primera idea es que puede bailar, y llama a la lima la bailadora. Un nombre es un centro, profunda asimilación”.


5 comentarios:

  1. ¿Me podrían decir si el libro completo se encuentra en la red? Me gustaría tener una copia. Yo he intentado descargarlo pero todas las versiones que encuentro son abreviadas y no aparecen los capítulos donde se habla del caló de la miseria.

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  2. Una puntualización: hasta donde yo sé, Hugo nunca habla de «caló» en su texto original en francés, sino de «argot». No hay que olvidarse de que las novelas las traduce alguien... «Caló» es una traducción más bien poco acertada, pero en otras ediciones se ha traducido como «jerga».

    Un saludo

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    1. Pues a mí sí se me hace acertada esa traducción porque la palabra argot no es común en mi circulo lingüístico. Justo caló es lo que usamos para referirnos a ese lenguaje de la miseria del que habla Víctor Hugo. La traducción que yo leí es de Ediciones Porrúa de México y me parece adecuada. En lo que respecta a jerga, es usada más para lenguajes especializados como "la jerga de los médicos". Creo que los traductores tienen un gran trabajo: por un lado atender a la intención original del autor y por otro atender al lenguaje usado por los lectores. Yo me quedo con caló.

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    2. Dentro del contexto historico, el caló hace referencia a los gitanos, por lo que no es un acierto haberlo traducido asi, el termino exacto es Jerga, porque como explica Victor Hugo en "el ultimo día de un condenado a muerte" la jerga es el lenguaje de los pobres, de los oprimidos, los ladrones, asesinos, los que viven en las calles, en pocas palabras los miserables hacen suya esta jerga para comunicarse y así definen su identidad por muy monstruosa que sea.

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  3. Caló: Del caló caló 'negro'.

    1. adj. Perteneciente o relativo al caló. Léxico caló.

    2. m. Variedad del romaní que hablan los gitanos de España, Francia y Portugal.
    Fuente: Real Academia Española: «Diccionario de la lengua española», 2021.

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