El hablante del
argot de la marginalidad o de la delincuencia participa en la creación de todo
un universo de sinónimos, neologismos o relexificaciones con los que el argot
dota de nombres a toda la realidad que esta comunidad lingüística experimenta,
a todos los referentes peculiares que participan en esa realidad que es
cotidiana para el hablante. Se tratan de mecanismos que entroncan con esa
necesidad de crear un léxico nuevo: principal mecanismo del que se vale el
argot para crearse y renovarse.
Los neologismos, en
primer lugar, los cuales "adquieren una función designativa", en
muchas ocasiones llegan incluso a incorporarse a la lengua común. Sanmartín (1998)
pone como ejemplo butrón (agujero
efectuado en la pared para entrar a robar), aunque son muy numerosos.
Esta creación de
neologismos afecta a determinados campos léxicos, son agrupados según el
ámbito, el contexto en el que surgen: la cárcel, la prostitución, las drogas y
las actividades delictivas.
Junto a este
mecanismo de creación léxica, también se puede observar en gran medida en este
tipo de argot la relexicalización,
“la sustitución de palabras viejas, comunes al resto de la sociedad, por palabras
nuevas, por creaciones propias”. La apropiación argótica conlleva un cambio
connotativo, “a pesar de que se pudiera mantener el mismo significado
denotativo o referencial”( mono o madero: policía). Ese valor connotativo
que aporta supone un alejamiento de la "neutralidad" del vocabulario
estándar.
Sanmartín, en este
punto, destaca la tendencia natural a la abundancia en este tipo de
apropiaciones de la lengua común. Para ella, en el argot se produce un proceso
de "sobrelexificación" más que de lexificación, una excesiva
sinonimia.
Ambos mecanismos,
neologismos y relexificación, revelan una determinada “estructuración de los
constituyentes del mundo”. En este proceso, destacan tres aspectos comunes en
todos los casos:
•
Construcción de un microuniverso, con sus propias actividades,
espacios y tiempos, empleando sobre todo neologismos: aspectos de la profesión
(tipos de robos, papel de cada persona, identidad, herramientas, botín, la
delación), tiempo (disfrute o carencia de libertad, duración de la condena),
espacio (celda, escondite, celda de castigo).
•
Mayor abundancia de sinónimos (sobrelexificación) en diversos campos
léxicos: verbos de percepción o huida, tipos de droga, denominaciones del
dinero, la policía, la adjetivación (lo bueno/lo malo).
•
Relexificación con gran cantidad de términos procedentes del caló:
partes del cuerpo (jeró, cara; acáis, ojos), relaciones de parentesco (bato/a,
padre/madre; lacorro, adolescente).
Los cambios en el
léxico van sucediéndose en el tiempo junto a los cambios sociales: hay que
atender también a una variación diacrónica. Como apunta, Sanmartín,
diccionarios anteriores como los de R. Salillas (1896) o P. Serrano (1935)
recogían los distintos nombres con los que los delincuentes designaban a cada
bolsillo para distinguirlos, una
cuestión vital para aquellos que eran carteristas en otro tiempo y que en la
actualidad su uso se ha perdido.
Al lado de la
sinonimia, reproducida en exceso mediante la relexificación y los neologismos,
cabe destacar también la polisemia, que sirve de nuevo para “incrementar la
ambivalencia o ambigüedad” del argot. Frente a la homonimia (palabras con
distinto significado que se escriben iguales, pero con distinto origen), dos
palabras son polisémicas cuando tienen distintos significados pero el mismo
origen. Muchas veces uno es creado primero y el segundo deriva de éste: cacharra: jeringuilla/pistola; cantar: delatar/oler mal; canuto: teléfono/porro; colocar: vender un objeto/detener/efecto
de las drogas; chapa:
matrícula/funcionario.
Algunas voces
homónimas del argot marginal: maría,
caja fuerte (de la germanía)/ marihuana (de acortar la palabra); pipa, persona que vigila (del verbo
“pipiear”, mirar)/ pistola (por el parecido con la forma).
Por último, la
autora hace referencia a una serie de "proverbos" que sufren una
desemantización, como dar, pillar, hacer, pasar, meter… “La pérdida de significado
contribuye a la polisemia y a la ambigüedad enunciativa que adquiere un
contexto preciso para actualizarse”, afirma. Como ejemplos documentados de cómo
pueden combinarse esos proverbos desemantizados con otros, que portan la mayor
carga semántica de la expresión, pueden citarse los siguientes: comerse (el coco, o un marrón), dar (el
agua, avisar de peligro; bola,
salir en libertad; el cante, llamar la
atención…), o picar (billete, asesinar; sema, avisar).
BIBLIOGRAFÍA:
- Sanmartín Sáez, Julia (1998). Lenguaje y cultura marginal. El argot de la
delincuencia. Valencia: Universitat de València.
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