jueves, 29 de mayo de 2014

El taleguero.


Este cambio léxico responde a un espacio delimitado: la cárcel y su peculiar situación comunicativa. En principio sólo los delincuentes que han estado en una prisión conocerán estas voces, ya que algunas designan referentes muy particulares y concretos. Estas voces surgen por la necesidad pragmática-referencial: para designar nuevas entidades y jerarquizar este universo; pero también pretenden una relexificación de la realidad: expresan una cultura y refuerzan las conexiones entre los miembros del grupo. En cambio, la función críptica, la ocultación de los mensajes, suele estar desempeñada a través de gestos.
Como se indica en diversas partes de esta investigación, las prisiones se caracterizan en la actualidad por dos factores: por una apertura del mundo penitenciario y una actitud del recluso de un rechazo no manifiesto hacia el funcionario, ya que el sistema de cumplimiento hace posible la redención de las condenas y los permisos y favorece las visitas (vis a vis);  y segundo, por una adicción a las drogas por parte de los reclusos. La adicción provoca un tráfico de estupefacientes, así como mafias. La carencia de solidaridad también se determina por el primer factor: el preso prefiere los permisos y la redención que la integración en el grupo social.
Es un campo que mantiene elevada frecuencia de conocimiento y escasa desviación, es decir, casi todos los presos poseen el mismo conocimiento.
Algunos ejemplos de mayor conocimiento: pincho ‘navaja de la cárcel’, revoleros ‘presos del módulo dos y tres’, dar la del pulpo ‘dar una paliza’, vieja escuela ‘delincuencia antigua’, pila ‘mensaje enviado desde un patio a otro’, cancha ‘lugar de peleas en la cárcel’, pecera ‘centro de la prisión’, etc.

BIBLIOGRAFÍA:
- Sanmartín Sáez, Julia (1998). Lenguaje y cultura marginal. El argot de la delincuencia. Valencia: Universitat de València.


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