Este cambio léxico
responde a un espacio delimitado: la cárcel y su peculiar situación
comunicativa. En principio sólo los delincuentes que han estado en una prisión
conocerán estas voces, ya que algunas designan referentes muy particulares y
concretos. Estas voces surgen por la necesidad pragmática-referencial: para
designar nuevas entidades y jerarquizar este universo; pero también pretenden
una relexificación de la realidad: expresan una cultura y refuerzan las
conexiones entre los miembros del grupo. En cambio, la función críptica, la
ocultación de los mensajes, suele estar desempeñada a través de gestos.
Como se indica en diversas
partes de esta investigación, las prisiones se caracterizan en la actualidad
por dos factores: por una apertura del mundo penitenciario y una actitud del recluso
de un rechazo no manifiesto hacia el funcionario, ya que el sistema de
cumplimiento hace posible la redención de las condenas y los permisos y
favorece las visitas (vis a vis); y
segundo, por una adicción a las drogas por parte de los reclusos. La adicción
provoca un tráfico de estupefacientes, así como mafias. La carencia de
solidaridad también se determina por el primer factor: el preso prefiere los
permisos y la redención que la integración en el grupo social.
Es un campo que mantiene
elevada frecuencia de conocimiento y escasa desviación, es decir, casi todos
los presos poseen el mismo conocimiento.
Algunos ejemplos de mayor
conocimiento: pincho ‘navaja de la
cárcel’, revoleros ‘presos del módulo
dos y tres’, dar la del pulpo ‘dar
una paliza’, vieja escuela ‘delincuencia
antigua’, pila ‘mensaje enviado desde
un patio a otro’, cancha ‘lugar de
peleas en la cárcel’, pecera ‘centro
de la prisión’, etc.
BIBLIOGRAFÍA:
- Sanmartín Sáez, Julia (1998). Lenguaje
y cultura marginal. El argot de la delincuencia. Valencia: Universitat de
València.
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