jueves, 29 de mayo de 2014

CONVERGENCIAS Y DIFERENCIAS ENTRE ARGOT COMÚN Y DELICTIVO, PARTE I: EL MARCADOR FRENTE AL INDICADOR.

El argot común o léxico argótico usado en el registro coloquial está constituido por transformaciones del significante, semánticas y préstamos, tanto de otras lenguas como de argots de grupo, incluyendo el de los delincuentes. Recibe diversas denominaciones: en francés, argot común, en inglés, slang, y, en español, jerga común o argot urbano. En principio, puede formar parte del repertorio lingüístico  de cualquier hablante, ya que no está delimitado a un grupo en particular, solo puede ser tratado correctamente cuando se ubica como léxico integrante de un registro específico, el coloquial. El argot común no es un dialecto social, sino que se integra en parte del léxico peculiar de un registro (estratificación horizontal). A partir de la estratificación horizontal, algunos lingüistas indican que para identificar tanto el registro coloquial como este léxico se debe dar un campo cotidiano: un tema no específico, en el cual todos los hablantes puedan participar.
Desde la perspectiva de la lengua general, el argot común se encontraría marcado por la situación comunicativa. Así voces como pasta o depre presentan el mismo significado referencial que una voz neutra (dinero o depresión), aunque adquieren unas connotaciones, condicionadas por las normas de interpretación por medio de las cuales se asignan significados sociales a enunciados verbales.
Se debe tener presente que, frente al concepto genérico de marca (Giles y Sherzer, 1979) como medio para identificar la pertenencia de unos rasgos lingüísticos a una variedad diatópica, diastrática o diafásica determinada, nosotros reservamos el término de indicador para los rasgos lingüísticos restringidos a determinados grupos de usuarios. En cambio, empleamos el término de marca o marcación para aquellas voces de uso extendido (registro) que proceden de determinados grupos o se limitan a unas situaciones comunicativas.
Las marcas conectarían (o se incluirían) con el concepto de connotación en oposición al de denotación, como apunta P. Guiraud (1988), quien define las connotaciones como asociaciones extranocionales que, sin alterar el concepto, lo colorean: son asociaciones secundarias motivadas que se agregan a la asociación primaria convencional. Los valores estilísticos son de dos tipos: por un lado, expresivos (a los que denominamos propiamente connotación), pues transmiten las emociones, los deseos, los juicios del que está hablando. Así, por ejemplo, en coco se trasluce una intención burlesca. Además, surgen como una reacción natural, espontánea, para reflejar los deseos del emisor. Por lo tanto, serían imágenes subsidiarias que se superponen al sentido (significado). Por otra parte, son valores sociales o sociocontextuales.
En una lengua general la variación implica posibilidad de elección de estilos. Igualmente, para considerar que un signo posee unas connotaciones-marcaciones, lo contrastamos con otro de referencia neutra o no marcada.
Así pues, en la lengua general se distingue un léxico neutro y otro marcado estilísticamente. Esta marcación puede responder a unos semas añadidos al propio significado, en cuyo caso hablamos de connotaciones (estilísticas), o proceder de su empleo, en este caso marcaciones. Éstas a su vez pueden ser diafásicas, es decir, se emplean en un contexto determinado, y diastráticas, pertenecen inicialmente a un grupo restringido. En el primer caso, la marcación remite a una situación, en nuestro caso, la coloquial, fuera de la cual el empleo de estas voces queda doblemente marcado: así, si en un contexto formal alguien emplea la voz pasta (‘dinero’) adquiere un elevado efecto estilístico porque no pertenece a este registro. En el segundo caso, la diastrática (voces procedentes de argots específicos) se emplean también habitualmente en situaciones coloquiales por lo que adquieren esta marcación. Desde el punto de vista léxico, el argot común es una marcación diafásica, de un contexto determinado, el cual favorece a su vez la connotación a través de la transformación semántica e incorpora la marcación diastrática (préstamos de otros argots). Por su parte, el argot del delincuente se define como un indicador, usado en determinadas situaciones (coloquiales), en el cual también predomina la connotación, el valor expresivo.
Una misma voz puede presentar estos cuatro valores como, por ejemplo, la palabra pasta ‘dinero’: indicador de juventud al ser usado entre jóvenes como señal distintiva; marcación diastrática cuando se emplea entre adultos con un valor de modernidad; y connotaciones de los propios semas.
Otro ejemplo de estos valores se observa en los sufijos: así, el sufijo –ales es propia al registro coloquial y, por lo tanto, presenta una marcación diafásica (rubiales ‘rubio’); -ata pertenece al léxico de la delincuencia y posteriormente a grupos de jóvenes pasotas (camata ‘camarero’, bocata ‘bocadillo’), con una marcación diastrática (aunque también diafásica): -ucho presenta unas connotaciones que afectan directamente al sentido: un abogaducho no es un ‘abogado’, sino un ‘abogado sin prestigio’; por último, -oy sería un indicador del argot delictivo (corroy ‘juez’, jojoy ‘aparato genital femenino’, etc.)
De este modo lengua general se convierte en una posibilidad de elección entre diversas unidades, dotadas cada una de ellas con unas marcas o señales especiales que permiten al hablante crear su propio estilo discursivo. El hablante, al igual que el creador literario, escoge entre los diversos recursos a su alcance para crear su propia voz. Así, la estilística se presentaría como disciplina auxiliar para caracterizar estos rasgos.

BIBLIOGRAFÍA:

- Sanmartín Sáez, Julia (1998). Lenguaje y cultura marginal. El argot de la delincuencia. Valencia: Universitat de València.

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