Este grupo de hablantes
posee una cultura delimitada por normas, pero también compuesto por un sistema
semiótico variado. Es el lenguaje propio de un grupo de personas que adoptan
una forma de vida peculiar y un sistema de valores opuestos al de la sociedad
en la que se insertan. Es una antisociedad
que posee un antilenguaje o
argot, que abarca una música, unas ropas, cortes de pelo, unas costumbres y
unas marcas distintivas. De esta forma, el fenómeno argótico no se reduce solo
al “verbo”, a la palabra, sino que incluye la gestualidad y un conjunto de
costumbres que toda la subcomunidad lingüística comparte y crea.
En el seno de este grupo
heterogéneo de individuos, caracterizados por su marginalidad, se establecen
unos subgrupos que poseen sus signos particulares, como por ejemplo, las
prostitutas, quienes presentan una ropa distintiva (tacones de elevada altura,
color llamativo de las ropas y del maquillaje, falda corta, pantalones
estrechos, etc.) e incluso ocupan unos espacios determinados del ámbito urbano
durante la noche o el día.
Igualmente, estos signos,
como ocurre con los rasgos lingüísticos, responden a diferentes funciones
comunicativas o empleos puntuales. Establecemos una tipología o clasificación
de dichos signos.
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Gestos
y marcas: en el argot criminal la necesidad de comunicarse sin ser
comprendidos, entablando conversaciones a distancia en la prisión sin ser
molestados por los guardianes, ha dado lugar al nacimiento de un lenguaje
mímico muy elaborado. Consiste en crear un signo para cada letra del alfabeto.
Se utiliza para hablar de celda a celda, entre otras muchas situaciones.
También se llegan a comunicar mediante golpes realizados en las cañerías de la
cárcel.
Casi todos los gestos van
unidos a una expresión lingüística: un deíctico (aquí) y un verbo de acción
desemantizado (hacer, ir). El deíctico remite al gesto correspondiente, que a
su vez coincide con la parte más representativa del objeto simbolizado (la boca
del delator, la nariz del cocainómano, la vena del toxicómano, etc.). Se observa,
pues, una relación estrecha y motivada, casi metonímica, entre en significante
y el significado, y el desentrañamiento del sentido no comporta grandes
dificultades. Los gestos suplen a las palabras, ya que el silencio contribuye a
la cripticidad, a mantener en secreto en mensaje.
La mirada también es un
elemento no verbal en el lenguaje del delincuente y una especie de regulador de
la conversación.
Las marcas son otro tipo
de señales, realizadas por los delincuentes (en libertad) para indicar las características
de una vivienda, las cuales facilitan su robo. Emisor y receptor no se hayan en
presencia, sino distantes en el espacio y en el tiempo, por eso las señales se
fijan en un soporte estable como paredes o puertas. Estas marcas tenían gran
importancia en la criminalidad clásica. Consistían en dibujos o figuras
convencionales, complementarias del argot, que se trazaban sobre las fachadas
de las viviendas o incluso en los penales.
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Tatuajes:
Dentro de este sistema, los tatuajes o tatus
son elementos significativos de la integración del individuo en el mundo
delictivo, tanto para sus iguales como para las personas ajenas a esta cultura.
BIBLIOGRAFÍA:
- Sanmartín Sáez, Julia (1998). Lenguaje
y cultura marginal. El argot de la delincuencia. Valencia: Universitat de
València.
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