La metáfora, según
Sanmartín (1998), significa una de las principales herramientas de las que se
vale el argot de la marginalidad para crear un nuevo léxico. Frente al
objetivismo tradicional de la noción de semejanza, preestablecida por Jackobson
(Lingüística, poética, tiempo. Conversaciones con Krystina Pomorska, 1980),
que entiende las semejanzas como inherentes a las entidades mismas, Sanmartín
la entiende como una analogía generada por la experimentación de un individuo.
De esta manera, puede afirmar: “en muchos casos no solo la metáfora se basa en
otras metáforas anteriores, sino que crea la propia semejanza”.
Las metáforas dan coherencia a la realidad de
un individuo, la crean y la recrean funcionando como moldes conceptuales. El ejemplo del término camello puede servir para comprender esta idea: sus dos
significados, tanto el de “animal” como el de “persona que vende drogas”,
coexisten, “no existe desplazamiento sino tensión entre ellos”. En camello, su significado literal es el
connotativo, mientras que el figurado es el denotativo; es este último el que
se actualiza en la metáfora, el denotativo o figurado (traficante de drogas),
enriqueciéndose con el significado que aporta a nivel connotativo o literal
(animal).
“El sistema conceptual del hombre está
estructurado metafóricamente: muchos de los conceptos abstractos o delineados
sin precisión (emociones, ideas, etc.) son captados en nuestra experiencia a
través de otros conceptos que comprendemos más claramente, pues poseen una
estructura interna (objetos, orientaciones espaciales, etc.)”, explica
Sanmartín.
Entre esas
estructuras, G. Lakoff y M. Johnson (Metáforas
de la vida cotidiana, 1980) destacaron tres: las orientacionales, las estructurales
y las ontológicas. El argot emplea especialmente las estructurales, aquellas
que tienen lugar cuando “un concepto se organiza metafóricamente en términos de
otro”.
Con la metáfora
estructural lo que se produce es el trasvase de todos los elementos de un campo
léxico a otro. Estas palabras continúan portando su significado primigenio el
cual trasladan consigo al nuevo campo léxico, connotando toda una nueva serie
de elementos que describen una realidad distinta. Los conceptos del argot
(también en el lenguaje coloquial y a veces hasta en el poético) se organizan
según “entidades cotidianas, concretas y materiales” como los colores, las
frutas y los animales.
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Colores. Mierda
o chocolate, hachís; nieve, cocaína o heroína; caimanes, guardia civil. Existen casos
de una relación metonímica: colorao,
oro; marrón, condena (por el color
marrón de los sumarios); verde,
billete.
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Animal (el proceso de animalización “imprime
ciertos valores secundarios o connotaciones”, como el humor, el sarcasmo, la ironía,
etc.).
-
J. García Ramos (1985) (1990)
recoge, entre otros: lagartos o sapos, guardia civil; galgos, inspectores de policía jóvenes; topos, vigilantes de metro; alondra, albañil; erizo, preso antisocial o solitario.
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Préstamos del caló: jojoy (conejo), como órganos sexuales
femeninos; chusquel (perro), como
chivato.
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Acción de transportar: camello, traficante; mula o burra, persona que transporta droga en su interior; cabra, moto; grillera o perrera,
furgoneta que transporta detenidos.
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Forma: pecera, centro que ocupan los funcionarios; cangrejo, tipo de celda; zarpa,
mano; pulpo, aparato eléctrico; pata de cabra, palanqueta.
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Características del animal: para
designar objetos y lugares (burra,
caja fuerte; canario, teléfono; tigre, urinario; avispero, cuartel de la guardia civil; caballo, jaco o burro, heroína) y para designar seres
animados (estar con el pavo, mono o gorila, sufrir el síndrome de abstinencia; mono, policía; macaco,
proxeneta; buitre, prestamista en la
prisión; loba, homosexual mayor; perra o búho, chivato; zorra,
prostituta).
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Frutas, verduras y alimentos. “Sirven de
vehículo para nombrar las distintas partes del cuerpo”: dátiles, dedos; almeja o figa, genitales femeninos; peras,
pechos; nabo, pene. Pero también tienen otros referentes que no
son corporales: membrillo, chivato; fiambre, cadáver.
Otras expresiones estructuradas según otros
“ejes”:
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Palabras escatológicas. Cagar, fastidiar o venérea; joder, fastidiar; mierda, droga o borrachera; pedo,
borrachera.
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Léxico bélico (“la permanencia en la cárcel se
concibe como una lucha”).Mucha o poca campaña, tiempo de condena; caer, ser apresado; derrotarse, confesar; convoy,
traficante; tanque, bolso.
-
Consumo de drogas. Como un viaje: viajar, estar bajo los efectos de la
droga; tripi, en ingles “viaje”, para
designar al ácido.
-
Servicios de las prostitutas según nacionalidades. francés, griego, disciplina inglesa (sadomasoquismo), cubana,
tailandés o birmano (masaje erótico). Con el uso popular de esta metáfora se
alimenta la visión estereotipada de las distintas nacionalidades.
A pesar de lo útil
de esta clasificación, Sanmartín advierte que lo connotativo varía según la
cultura. Así, por ejemplo, en un ejemplo de animalización, gallina, perdiz y otros
tipos de aves de corral, en el argot francés sirve para aludir a la figura del
policía. En español, en cambio, apunta Sanmartín, estos animales son usados
para referirse a las personas cobardes.
Además de las estructurales, las de mayor
rentabilidad comunicativa para este argot, se encuentran las metáforas
orientacionales y las ontológicas. Estas últimas se basan en “la consideración
de acontecimientos, actividades, emociones o ideas, etc., como entidades o
sustancias”. Aquello que va a ser objeto de la metáfora, el término real, se
focaliza a través de la ironía. De esta forma, de nuevo se produce una relación
con la realidad inmediata que la degrada, la animaliza y la cosifica. Algunos
ejemplos de metáforas ontológicas en el argot de la delincuencia: con los cuernos retorcidos, enfadado; pedir botijo, solicitar protección; salir en bola, irse en libertad; tener el mono, síndrome de abstinencia; valle de los callados, muer; etc.
El tercer tipo son las metáforas
orientacionales, que apenas ofrecen rentabilidad comunicativa para el argot: “son
casos en los que un concepto está organizado como un sistema global (no
estructurado) en relación con otro”, guardando una relación con la situación
espacial: arriba-abajo, dentro fuera, etc. Estas relaciones no son arbitrarias,
sino que “poseen una base en nuestra experiencia física y cultural”. En el
argot de los delincuentes solo cabe señalar dos casos, la verticalidad y el
espacio interior frente al exterior en el léxico de la cárcel: caer, ser apresado, frente a salir en bola, irse en libertad.
BIBLIOGRAFÍA:
-
Sanmartín Sáez, Julia (1998). Lenguaje y cultura marginal. El argot de la
delincuencia. Valencia: Universitat de València.
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