Junto a la metáfora, el mecanismo más
rentable comunicativamente para el argot, existen otros dos tipo de
transformaciones del sentido: la metonimia y la sinécdoque, ambas con un
considerable menor rendimiento.
Estos dos tropos suelen confundirse. En
primer lugar la sinécdoque consiste en designar un objeto o un todo con el
nombre de una de sus partes, o al revés, una parte con el nombre del todo. En
el caso del argot de la delincuencia, existen documentados ejemplos como bicharras, como ladillas, o cañones, como escopeta. La metonimia, en
cambio, se trata de sustituir un término por otro con el que guarda relación,
aunque no tiene que corresponderse como en la sinécdoque en términos
todo-parte. Algunos de los ejemplos registrados son los siguientes: pelleja, cartera; hierro, pistola; plástico,
tarjeta de crédito; chapa, matrícula;
copera, prostituta; goma, porra.
Sanmartín (1998) apunta que la
transformación del sentido también afecta a las “expresiones fraseológicas”:
expresiones con dar o comer, donde el verbo se encuentra “relativamente
desemantizado”. De este modo, distingue dos construcciones en este tipo de
expresiones:
-
Las que unen verbo y sustantivo: buscar la boca, provocar; currar la página, adular; cortarse la coleta, retirarse de la
delincuencia; llevar maleta, tener
proxeneta; pagar celdas o años, cumplir tiempo de condena…
-
Las que unen sustantivo y
adjetivo, o dos sustantivos: a cara perro,
no compartir; doble cero, droga de
buena calidad; maridos al plato,
proxenetas.
De ese empleo de materiales concretos de
la vida cotidiana a la hora de producir los cambios y transformaciones en el
significado, “se deducen ciertas connotaciones o rasgos secundarios”, que
pueden ser simplificados en tres características:
-
La concretización de lo abstracto y
una concepción materialista de la vida.
-
La degradación de los valores, en
especial cuando se emplean las metáforas de animales, vegetales y frutas, o
escatológicas, pero también cuando se designa al cuerpo como muelle.
-
El humor, por ejemplo, al
denominas nevera a una celda, señores a la policía, salir un héroe persona que se opone al
atracador, trabajar como robar, etc.”.
Vehículos de significado como los
colores, los animales o el mundo vegetal ya eran utilizados en la Edad Media en
el argot de los malhechores.
Muchas veces la motivación no es el
ocultamiento o la cripticidad (han sido trasvasados, por ejemplo, al lenguaje
coloquial); más bien, la connotación que llevan aparejadas estas metáforas,
metonimias y sinécdoques, son “un reflejo de una mentalidad, de una concepción
del mundo diferente y de una sociedad contraria a la establecida”. Se trata de
“una inversión de valores, que presenta un lenguaje distinto, un antilenguaje”.
BIBLIOGRAFÍA:
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Sanmartín Sáez, Julia (1998). Lenguaje y cultura marginal. El argot de la
delincuencia. Valencia: Universitat de València.
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