jueves, 29 de mayo de 2014

Convergencias y diferencias del argot común y delictivo, parte III: Préstamos del argot de la delincuencia.


Si el argot común y el de la delincuencia coinciden en los procedimientos de lexicogénesis y en las connotaciones asociadas (en conexión con el registro informal), las similitudes se acentúan al adoptar el argot común préstamos del argot de la delincuencia. En este sentido F. Rodríguez considera que, pese a las críticas de los puristas, los lenguajes marginales en las dos últimas décadas “han incorporado un rico caudal de voces a la lengua popular y al habla coloquial de todos, constituyendo un fenómeno inédito en la historia de nuestra lengua” (1989). Esta relación se halla influida por el papel conector del argot de los jóvenes.
Se han citado diversas razones de esta divulgación de lo delictivo o marginal. Una primera es la ruptura del aislamiento del mundo de los delincuentes en el siglo XIX, con la consiguiente expansión de su vocabulario secreto o el propio aumento de la marginación, favorecida por el consumo de droga. Una segunda razón es la difusión actual a través de los medios de comunicación, sobre todo por la influencia de la televisión. Algunos exponentes de este fenómeno son los siguientes:

-          Seriales españoles, en los cuales este argot o sociolecto juvenil-marginal se encarna en determinados personajes jóvenes y “modernos” como: Farmacia de guardia (el camarero Chencho y los hijos de la protagonista); La gasolinera (el Gasofo), Quién da la vez (el personaje más repreentativo es la sobrina de la pescadera, Chirla), etc.

-          Programas de información, algunos denominados reality show:  Código uno, La máquina de la verdad, Luz roja, Cuerda de presos.


-          Películas: El lute, I, II; Perros callejeros, Navajeros, Mala hierba, Cautivos de la sombra, etc.

-          Obras literarias como  Memorias de un delincuente español, 1977, de A. Bellver; La otra orilla de la droga, 1985, J.L. Tomas García; o  Días contados, 1993, J. Madrid.


-          Artículos de sucesos en diarios con léxico marcado.

-          Canciones diversas, entre las cuales destacamos algunas voces y fragmentos: “El libro de la selva” (La ley de la selva / cayó sobre el asfalto / el mono se hizo el rey de la cuidad / es un circo de espejismos sin final / dando cabriolas enganchó al personal / el mono vino a lomos / galopando a caballo…); “Mira que eres canalla” (Que soy el Toni, tronco, a mí no me vas a engañar / que no hay nada como piltra en soledad…) etc.

Unido a estas dos causas, se genera un clima propicio de unificación, tanto geográfica como social de los comportamientos lingüísticos, debido a los medios de comunicación y a la fuerza centrífuga de los centros urbanos, hacen que los diferentes argots tiendan a aproximarse y a fundirse en un bien común a disposición de todos los usuarios de la lengua. Finalmente, como última causa, desde la óptica del hablante se observa la búsqueda de una mayor expresividad, el humor, la ironía, la intensificación de los significados y el deseo de estar a la vanguardia de los tiempos que corren. Emplear voces estigmatizadas por el origen en su uso primitivo (delincuente) confiere un mayor realce expresivo.
Las voces del léxico del argot delictivo, adoptadas por el argot común, mantienen una marcación distrática procedente de su origen. Conviene recordar al respecto las ideas de W. Labov relacionadas con la formulación de la teoría del cambio lingüístico, especialmente, el fonético y el gramatical, ligado a factores sociales. Así, el cambio fonético, por ejemplo, implica la aparición de nuevas variantes en un subgrupo, que normalmente afectan más que a palabras individuales a unas clases concretas; estas variantes se generalizan en todos los miembros del subgrupo, y así la variante se convierte en indicador, definida como función de pertenencia de grupo. Esta variable se repite en diversas generaciones del subgrupo: es adoptada por otros grupos de la comunidad con su valor indicador primitivos. Cuando la variable y sus valores asociados alcanzan los límites de la expansión, constituyen una de las normas que definen la comunidad de habla y todos sus integrantes reaccionan del mismo modo ante ella, convirtiéndose, por lo tanto, en un marcador, e iniciándose la variación estilística. Posteriormente se llevan a cabo reajustes estructurales y nuevos cambios.
En este caso no se trata de un cambio fonético, sino de una variable lingüística aparecida a un grupo de esta comunidad, y el de los delincuentes, asociada a unos valores y además en convivencia con otras formas de la lengua estándar. En ocasiones, esta variable puede ser utilizada por otros grupos (jóvenes) e incluso extenderse a capas amplias de la población y considerarse como marcada estilísticamente por su procedencia diastrática. En el caso de la variación o variación formal, puede afectar a clases de palabras. En cambio, la transformación semántica implica un caso particular.
Generalmente en las voces del argot delictivo se aprecia un cambio del sentido: una ampliación y generalización de su significado al perderse parte de sus semas. Una muestra clara de esta ampliación de significado es la palabra trapicheo, que en el argot de los delincuentes designa un intercambio de droga, y que en el argot común equivale a cualquier intercambio, que implique no ilegalidad, sino únicamente cierta irregularidad´.
El paso de estas voces del argot de los delincuentes al uso coloquial suele suponer un generalización de su significado que a su vez es incorporado al patrimonio lingüístico del delincuente, en el cual conviven ambos sentidos, el antiguo y el nuevo. Así, por ejemplo, en la voz macarra el primer sentido ‘proxeneta’ pertenece al argot de la delincuencia, y el segundo ‘persona arrogante’ es propio de un uso coloquial.


BIBLIOGRAFÍA:

- Sanmartín Sáez, Julia (1998). Lenguaje y cultura marginal. El argot de la delincuencia. Valencia: Universitat de València.

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